Se han perdido por aquí..

lunes, 23 de mayo de 2011

París es para los enamorados.

El aeropuerto de París rebosaba de gente, y solo eran las 9 de la mañana. Recogí mis maletas y cogí un taxi. Con mi torpe francés, le dije al taxista cual era mi destino. Me recosté en el asiento y dejé mi mente vagar a sus anchas, a mis ojos obsevar las calles que se extendían más allá de la ventanilla y a mi piel erizarse por la freca brisa que me acariciaba el rostro. No sé cuanto duró el viaje, solo se que fue demasiado poco. Pagué un precio excesivo y salí del coche. Ante mí estaba el hostal que por casualidad encontré en Internet. Pequeño y acogedor a la vez, como en las fotos colgadas en aquella agencia de viajes. Abrí la pequeña cancela que daba a un jardín perfectamente cuidado: Un árbol enorme daba sombra a un silla, una mesa y a un columpio de jardín. El caminito de piedra que llevaba hasta la entrada era perfectamente recto y las flores que había a su alrededor eran de todos los colores imaginados y por imaginar.
Cuando abrí la puerta, me encontré con un pequeño mostrador con una campanilla y dos sillones alrededor de una mesa con unas revistas anticuadas. No me dió tiempo a ver nada más, en cuanto dejé las maletas en el suelo, una anciana de aspecto agradable salió de una puerta detrás del mostrador y me sonrió amablemente.
Se presentó como la dueña del pequeño hostal de Montmartre y apenas dije que era yo la turista española que había reservado una habitación, me condujo a través de un pasillo que terminaba en una escalera.
"¿ Ves aquella puerta a la derecha?" me preguntó, "Por ahí se va al restaurante"
Subimos las escaleras hasta el tercer piso, el tercero y último. Mi habitación era la 310, me dió una llave y se despidió diciendome que si necesitaba algo, no dudase en pedírselo.
La habitación no era excesivamente grande; Una cama de matrimonio de sábanas blancas junto con una mesilla de noche de madera policromada, un tocador, un pequeño escritorio y una silla. Abrí la ventana para que entrase aire fresco. Desde allí veía a una niña jugando en el jardín y pensé que seguramente era la nieta de la anciana, porque en aquel hostal no creo que hubiese mucha gente más aparte de mí. Quizás por eso lo elegí, por la soledad que tanto necesitaba y ansiaba.
Me apoyé en el marco de la ventana , me giré para ver mi pequeña habitación y me pregunté por enésima vez que demonios hacía yo allí. Al fin y al cabo, París es para los enamorados. Y yo...yo no encajaba allí de ninguna manera.
Me giré para obsevar lo que se éxtendía delante de mí y a lo lejos divisé la torre Eiffel, volví la vista abajo y me dí cuenta de que la niña me observaba y me sentí incomoda con sus ojos negros mirando fijamente a los míos. Sonrió y desapareció de mi vista.  De repente me sentí idiota, sin motivo aparente: No llegué a desacer la maleta, simplemente la cogí, corrí escaleras abajo y le devolví las llaves a la anciana. Me miró tristemente, pero no supe si por pena o por haber perdido un cliente.
París es para los enamorados, quizás por esa razón no duré allí ni 35 minutos.

1 comentario:

  1. HE DE CONFESARTE QUE ME HE ENAMORADO DE TU BLOG..
    Sueño con viajar a París cuanto antes mejor jajaja!
    Aquí tienes una nueva seguiidora! Pásate por mi blog porfi, acabo de publicar su 1º entrada!
    http://annas-secrets.blogspot.com
    LOVE,ANNA

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