Agacho la mirada, no tengo valor para mirarte. La dulce soledad de esta tarde de invierno es la única que nos acompaña. Te sientas delante de mí y mi vista sigue clavada en la mesa
-Lo siento. Murmuro pero tú pareces no escucharme. Tus ojos, fijados en ninguna parte no expresan odio, no expresan alegría, no expresan tristeza. No expresan nada.
-Lo siento. Lo vuelvo a intentar. Pero no dices nada, ni siquiera te dignas a mirarme. Me exaspero. El parque se está quedando solo, y empieza a hacer frío, mucho frío. En el merendero no queda nadie, solo tú y yo. Pero no reaccionas.
-Lo siento…lo siento… ¡Lo siento! – Acabo levantando la voz- Al menos dígnate a mirarme. ¡Enfádate, grítame, insúltame! Pero no te quedes ahí, mirándome sin verme…sin reaccionar. -Estas últimas palabras son casi un susurro.
Entonces tus ojos marrones, del color de la coca-cola, me miran. Tu boca se entreabre, intentando encontrar las palabras adecuadas para decir lo que siente tu corazón. Ese corazón que he destrozado tantas veces y que sin embargo vuelve a mí, una y otra vez. Si supiese que me odias, al menos podría irme y dejar que encuentres la verdadera felicidad con otro. Pero se que me quieres, que me amas. Y yo también lo hago, a mi manera pero lo hago. Por eso quizás no nos podamos separar del todo. Pero se que lo he vuelto a hacer, se que he vuelto a traicionarte. Y con esta no se cuantas veces van ya. No se como pudiste perdonarme en las otras ocasiones, pero tienes un limite y ya lo he alcanzado.
-Duele, duele mucho- Levanto la vista y veo tu cara surcada de lágrimas.- Te quiero- Tu voz suena quebrada, rota- Pero no puedo mas; mis amigas no entienden por qué volví contigo cuando te cansaste de la otra y viniste pidiéndome perdón…pero estoy ciega…¿Se puede saber en que piensas volviendo a verla? Si la quieres a ella mas que a mi, simplemente vete y no vuelvas a verme. Si me quieres a mí más que a ella, quédate aquí conmigo y no me sueltes nunca.
-¿Quiere decir eso que me das otra oportunidad? ¿La última? ¿La definitiva? – pregunto esperanzado.
Sonríes, pero no es una sonrisa alegre y te echas a llorar. Es un llanto amargo, desesperado. Y no se que hacer. Me levanto y voy a tu lado. Pero tú te incorporas y me miras. Te pones de puntillas y me besas suavemente en los labios. Te abrazo, pero tú te libras fácilmente de mí.
-No, no voy a volver a tropezar con la misma piedra, de nuevo. Te quiero, pero tú eres mas de ir de flor en flor- Sonríes con una infinita tristeza- Así que ya puedes hacer lo que te de la gana y no preocuparte de hacerme daño.
Y te veo marchar y sé que probablemente no sabré nada de ti en mucho tiempo. Así que corro tras de ti y te agarro la mano.
-Quiero que sepas que te he querido, mucho. Y que lo sigo haciendo, aunque no de la misma manera. Y que quiero que seas feliz. Aunque yo no lo he conseguido.
-Lo sé.- Me miras y me dedicas la última sonrisa.- Adiós.
Y no miras atrás. Eres fuerte, quizás la persona más fuerte que he conocido hasta ahora.